En la primera ola de la transformación digital, muchas organizaciones confundieron eficiencia con prescindencia humana. La historia es conocida: canales digitales reemplazaron a las fuerzas enteras de venta, automatizaciones redujeron equipos, y en nombre del “progreso” se ejecutaron miles de despidos con la promesa de que todo sería más ágil y rentable. ¿La experiencia global mejoró?. Habría realmente que pensarlo.
Hoy, con la llegada masiva de la inteligencia artificial generativa y los agentes autónomos, esa tentación vuelve a aparecer. Pero esta vez, el riesgo es más profundo: ya no hablamos solo de automatizar tareas, sino de sustituir criterio, experiencia y relación humana por decisiones algorítmicas.
Varias firmas de consultoría están comenzando a anunciar que incorporarán IA en su modelo de negocio con diferentes modelos (p.ej.: sistemas de suscripción). Detrás de esta narrativa de “acceso flexible y escalable” se esconde una inquietud que el mundo ágil no debería ignorar: ¿estamos frente a un futuro donde los consultores humanos serán reemplazados por agentes inteligentes?
¿Será este un ejemplo de un eufemismo usado para seguir haciendo que la “eficiencia” y el “revenue” se impongan por sobre el juicio a largo plazo?
La trampa de la eficiencia mal entendida
La agilidad no nació para optimizar planillas de costos. Nació para recuperar el valor de lo humano en la construcción de soluciones. Por eso, el primer valor del Manifiesto Ágil sigue siendo incómodo, pero necesario de recordar: “Individuos e interacciones por sobre procesos y herramientas.”
Y sin embargo, demasiadas organizaciones —todavía guiadas por lógicas tayloristas— verán sin duda en la IA una excusa perfecta para completar la automatización total: decisiones sin humanos, recomendaciones sin contexto, interacciones sin empatía real. Es ciertamente la salida más rápida para las metas infinitas (e inorgánicas) que se siguen trazando, año tras año, en esa visión de Crecimiento Infinito que no se atreven a desafiar.
El Headcount podría contar “cabezas” literalmente rodando.
En ese camino, el costo oculto es gigantesco: se pierde el criterio, la responsabilidad compartida, el aprendizaje colectivo. Y, sobre todo, se pierde la oportunidad de hacer un uso verdaderamente transformador de la inteligencia artificial.
¿Será que no estamos entendiendo las lecciones que nos da la realidad en este preciso momento histórico?. Hoy queda a la vista como potencias globales han perdido su lugar, antes indiscutible, al “optimizar el headcount” al llevarse el trabajo a “países más baratos”, por esa visión inmediatista que ha terminado destrozando su capacidad productiva. En la otra cara de la moneda, los países que han aprovechado este escenario para darle trabajo a su gente, se están imponiendo como los nuevos líderes en el concierto global de las naciones.
IA no es reemplazo, es acompañamiento
Desde la visión ágil, la IA puede y debe ser una aliada poderosa. Puede ayudar a sintetizar información, generar hipótesis, detectar patrones invisibles. Puede incluso ser un “par” para nuestra toma de decisiones, como sugiere Gartner en sus investigaciones sobre IA aumentada.
Pero nunca puede ser un reemplazo del juicio informado, del sentido del contexto, ni de la conversación que da forma a las decisiones colectivas. Mucho menos en procesos complejos, donde están en juego no solo métricas de negocio, sino relaciones humanas, culturas organizacionales y desafíos éticos.
La agilidad requiere conciencia. Y la conciencia no se puede automatizar.
Lo que aún estamos a tiempo de evitar
Hoy, todavía estamos a tiempo de actuar distinto. En lugar de correr a reemplazar consultores por agentes, podemos:
- Rediseñar roles humanos con IA como copiloto, no como reemplazo.
- Formar capacidades híbridas, donde el criterio humano y la inteligencia artificial se potencien mutuamente.
- Establecer marcos de gobernanza para una IA ética y responsable, especialmente en decisiones que afectan a personas.
- Cuidar lo que nos hace humanos en el trabajo: la empatía, la colaboración, la capacidad de aprender juntos.
Un llamado desde la agilidad
La verdadera agilidad no se trata de hacer más con menos. Se trata de hacer mejor con lo que somos. Y eso incluye reconocer que el criterio humano no es un cuello de botella: es una ventaja competitiva.
Antes de reemplazar a personas con agentes, preguntemos si esa decisión es coherente con el tipo de organización que queremos construir. Si lo que buscamos es resiliencia, adaptabilidad, confianza… entonces no podemos delegar la toma de decisiones a un modelo predictivo, por más impresionante que sea. Y definitivamente, no aplaudamos cada iniciativa con IA sin antes darle una mirada. Una cosa es usarla, otra cosa es que nos reemplace para que los números en un Balance se vean atractivos.
Porque automatizar sin consciencia no es progreso. Es repetir errores, esta vez con algoritmos.
En Itera creemos que la inteligencia artificial puede ser un catalizador de transformación real. Pero solo si se integra con principios ágiles, conciencia humana y sentido ético. ¿Estás pensando en incorporar IA en tus procesos? Acompañamos a organizaciones que quieren hacerlo de forma responsable, efectiva y humana.
Hablemos.


